Donde la tierra se vuelve promesa
Hay lugares que no necesitan adornos. El Cabo de Gata, con su paisaje seco, su viento templado y su luz dorada, fue el escenario perfecto para una historia que se cuenta sin palabras.
Julia y Andrés decidieron cerrar su boda con una sesión que no buscaba posar, sino sentir. Partimos desde el interior, por caminos desérticos que parecían salidos de una película de Antonioni. El coche avanzaba, el tiempo se detenía.
Prepararse con calma
Antes de pisar la arena, compartieron una pequeña preparación íntima. Ella, con un vestido de líneas suaves. Él, con chaleco de doble botonadura y una sonrisa que lo decía todo. Entre reflejos y caricias, sus miradas eran todo lo que necesitábamos contar.
El mar como testigo
Cuando llegamos a la Playa de los Genoveses, el cielo se nublaba con elegancia. La brisa movía el vestido, el caballo caminaba junto a ellos como si conociera la historia. Fue ahí, al borde del agua, donde se besaron con los pies descalzos y las montañas al fondo. Y todo, de pronto, cobró sentido.
Belleza sin artificio
Cada imagen de esta sesión es una escena. No se trataba de retratar una pareja guapa en un sitio bonito. Se trataba de hacer cine con la cámara. De capturar lo que queda cuando las palabras se acaban y solo queda el gesto, la piel, el movimiento.
Porque algunas historias no se cuentan con palabras.
Se sienten con la piel, se graban en el aire y se recuerdan para siempre en imágenes como estas.
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Hablemos. La belleza empieza con una mirada.
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