Más allá de las poses:
así es fotografiar una boda como si fuera una historia de verdad (y no una sesión de Pinterest).
Documental no significa descuidado.
Cuando hablo de fotografía documental de bodas, no me refiero a hacer fotos sin pensar.
Me refiero a contar una historia real. Sin guiones. Sin poses forzadas. Sin pedirte que repitas un abrazo.
Significa estar presente, con todos los sentidos, capturando lo que de verdad pasa:
las miradas que no se ensayan, las lágrimas que no se avisan, los gestos íntimos que solo ocurren cuando nadie los está esperando.
No vas a escucharme decir: “ahora mirad a cámara y sonreíd”.
Porque eso no es lo que recordarás de tu boda.
Recordarás cómo te temblaban las manos al ponerte el vestido.
Cómo tu madre te abrochó el último botón sin decir una palabra.
Cómo él te buscaba entre la gente con los ojos.
Cómo sonaba el jaleo en la cocina mientras todos esperaban el gran momento.
Eso es lo que yo busco.
Y eso es lo que entrego.
El estilo editorial puede convivir con lo documental
Sí, me importan la luz, la composición, el color.
Sí, cuido los encuadres como si fuera cine.
Pero nunca antepongo la estética al momento.
Porque la belleza está en lo que es verdad.
Y cuando esa verdad está bien mirada, bien encuadrada, bien narrada… se vuelve arte.
No posas. Vives.
La fotografía documental de bodas no es que no haya dirección nunca.
Es que la dirección no interrumpe. Acompaña.
Quizá te guíe suavemente hacia una luz hermosa.
Quizá te diga que os acerquéis un poco más si la escena lo pide.
Pero jamás os convertiré en actores de algo que no estáis sintiendo.
Las parejas que me eligen no buscan fotos para colgar en un pasillo.
Buscan un legado. Un testimonio. Una historia honesta contada con belleza.
Esa es la magia de lo documental.
Y eso es lo que significa para mí fotografiar una boda con alma.
¿Quieres que tu boda se recuerde tal y como fue, sin artificios, pero con una estética cuidada?
Estoy aquí para documentar tu historia. Escríbeme.